En el sultanato de Omán, país que todavía conserva su autenticidad lejos del turismo de masas, es posible disfrutar del desierto de Rub al-Khali que ocupa un 80% del territorio. Llamado empty quarter o el cuadrante vacío es uno de los desiertos más grandes del mundo que se extiende en la península arábiga hasta el mar.
Una aventura ensoñadora hacia el corazón de este desierto que el alemán y director de Canvas Club, Philip Eickhorn, ha hecho posible gracias a su empeño. “El mundo árabe siempre me ha fascinado. Hace 15 años vine a Omán para hacer unas prácticas y lo que en principio fue una estancia de tres meses se convirtió en varios años. Me cautivó la diversidad de sus paisajes (oasis montañas, la costa, los wadis y el desierto), su gente acogedora y genuinamente honesta. Hace 10 años puse en marcha Canvas Club, un campamento privado, exclusivo e itinerante de solo tres tiendas en las dunas de Wahiba Sands. Fue todo un reto porque la logística que hay detrás del proyecto fue increíblemente compleja por las muchas dificultades que tuve que lidiar. Vi que los campamentos en el desierto eran demasiado grandes y concurridos y quería ofrecer a los clientes una experiencia completamente privada en el desierto”.
Tras arduas negociaciones pactó con los beduinos de estas tierras y asistido por la hospitalidad beduina creó Canvas Club. “El desarrollo del producto solo fue posible juntos. Nuestra mayor preocupación fue apoyar a la región y a sus gentes de forma sostenible”.
Dunas anaranjadas alcanzando hasta 100 metros de altura se suceden como un mar de olas de arena desde el oasis de Bidiyah al sureste de Omán mientras rebaños de cabras y de camellos con sus crías pacen tranquilos en un paisaje hipnótico. Son las dunas de Sharquiya Sands, más conocidas como Wahiba Sands que deben su nombre a la tribu Bani Wahiba. Es el comienzo de una emocionante aventura hacia el corazón de este desierto por el que hace siglos transitaban caravanas de camellos trasportando el preciado incienso hacia las costas para perfumar palacios y templos.
Adentrándose más de 50 kilómetros se llega a un punto indefinido donde se deja el equipaje. A lomos de camellos guiados por un beduino se pone rumbo al campamento en un paseo silencioso y magnético donde las sombras se alargan desmesuradamente al atardecer.
En el campo base rodeado de dunas, sin nada que perturbe en kilómetros a la redonda, beduinos ataviados con impolutas disdashas blancas dan la bienvenida en el majilis, la tradicional tienda beduina, con un cóctel frugal antes de alojar a los huéspedes en las tiendas.
De algodón y con seis metros de diámetro y tres de altura, las tiendas no escatiman espacio. Decoradas con alfombras, espejos, baúles, antigüedades y objetos provenientes de los zocos omaníes cuentan con todas las comodidades propias de un cinco estrellas envolviendo en una atmósfera oriental. No falta detalle además de albornoces para darse una ducha caliente en el cuarto de baño privado a cielo abierto.
Una deliciosa cena tradicional omaní con platos preparados en una fogata a la leña es servida en el majilis con un servicio completo de cristalería, vajilla y bandejas de plata en la que no faltan el té y ricos pasteles y postres. Tras ella, alrededor de una fogata Alí, uno de los veteranos, relata historias de este desierto que fue casi inexpugnable o los periplos e historias plasmados por Wilfred Thesiger, en su obra Arabian Sands (Arenas de Arabia).
Khalid conoce perfectamente la posición de los astros e instruye sobre las estrellas y la visión perfecta y nítida de la vía láctea que va apareciendo al caer la noche. El silencio y la desconexión son absolutas, sin nada que perturbe la calma y la paz donde únicamente se escucha el sonido del viento, sin contaminación lumínica, sin cobertura de móviles y sin generadores porque se utilizan velas y energía solar, detalles que lo convierten en un lujo silencioso.
Hay que despertarse muy temprano por la mañana si se quiere disfrutar de la hora encantada cuando el sol asciende por un horizonte de dunas cambiantes y lejanías inexploradas mientras la luna creciente brilla en el imponente cielo azul. Desde las cimas, la vista se pierde por un interminable laberinto y un océano de dunas doradas que lo convierte en uno de los momentos más mágicos e inolvidables. A la vuelta, un desayuno con café, té y pan recién hecho, zumos y frutas naturales, mermeladas, yogur, huevos o tortilla cocinados con leña, espera perfectamente dispuesto en el majilis.
Por la mañana, se pueden dar paseos en camello, hacer sand board surf o descubrir otro tesoro de Omán, el Wadi Bani Khali, uno de los wadis o lagos naturales más bellos donde bañarse en aguas cristalinas de color turquesa que dista a dos horas.
Un lugar que cuesta abandonar por la hospitalidad beduina y un entorno puro e incomparable. “La autenticidad combinada con la privacidad absoluta en un lugar desértico único, rodeado de naturaleza, es lo que hace que la experiencia sea tan especial. Por supuesto, con la comodidad y el lujo que aporta un campamento de glamping“, concluye Eichkorn.
El campamento Canvas Club cuesta desde 1.800 euros noche por tienda, incluidos los traslados, las comidas y bebidas y la llegada en camello al atardecer. Si se realiza desde y hasta la capital de Mascate incluyendo visitas turísticas en Nizwa el día de llegada y Wadi Bani Khaled el día de salida (dos días/una noche de guía) supone un extra de 780 euros.