El poeta finlandés Eino Leino (1878-1926) resume el modesto temperamento nacional, poco dado a las exhibiciones de éxito y riqueza: “Quien tenga felicidad, que la oculte”. En 2024, Finlandia fue nombrado por séptimo año consecutivo el “país más feliz mundo”, según el Informe Mundial de la Felicidad (World Happiness Report) de Naciones Unidas. Y aunque la satisfacción vital de sus habitantes esté por las nubes, no hacen mucho alarde de ello. Lo cierto es que el país nórdico sobresale en aspectos como la educación igualitaria, las prestaciones sociales, la confianza en los otros, los buenos salarios, la conciliación familiar y el tiempo libre para disfrutar de las aficiones.
Entre los factores que contribuyen a este bienestar social también están la conexión con la naturaleza y, por supuesto, la sauna, casi una religión practicada a diario: hay 3,3 millones para 5,6 millones de habitantes.

Para ir al encuentro de ese espíritu finlandés hay que visitar la Región de los Lagos, donde los finlandeses van a relajarse y reconectar con la naturaleza (ellos llaman järvi a los lagos grandes y lampi a los pequeños). Situada al norte de Helsinki, en este área se concentran la mayoría de los 188.000 lagos repartidos por todo el país, además de bosques de color verde esmeralda, una arquitectura austera pero confortable, museos inesperados, platos contundentes para resistir el frío y saunas para todos lo gustos.
La ruta comienza por la ciudad de Jyväskylä, conocida como la Atenas de Finlandia y por ser la cuna del célebre arquitecto Alvar Aalto; continúa por Manttä-Vilppula, cuyo Museo Serlachius alberga la mayor colección de arte privada de los países nórdicos, y concluye en Tampere, reconocida como la capital de las saunas.
Jyväskylä, la Atenas de Finlandia.
Para llegar a Jyväskylä lo más práctico es coger un tren desde Helsinki. El trayecto dura tres horas que se pasan volando mientras nos adentramos en un territorio dominado por 300 lagos y cuatro parques naturales: Leivonmäki, Konnevesi, Pyhä-Häkki y Salamajärvi. La impactante naturaleza lacustre se funde en esta animada ciudad universitaria de 146.000 habitantes –la mayoría estudiantes– con el impresionante legado del arquitecto Alvar Aalto (1898-1976), padre del diseño escandinavo y uno de los maestros del Movimiento Moderno junto a Le Corbusier o Mies van der Rohe. Conocida como la ciudad de las ciencias y las artes o la Atenas finlandesa por su riqueza cultural y patrimonial, Jyväskylä cuenta con 29 edificios suyos, la mayor concentración aaltina del mundo.

Entre las obras de Aalto más emblemáticas destacan el Teatro municipal, el Edificio del club de los trabajadores, la Universidad de Jyväskylä y, sobre todo, el Ayuntamiento de Säynätstalo, que puso en el mapa a este pueblo maderero de unos 3.300 habitantes situado en una isla del lago Päijänne.
Inspirándose en sus viajes por Italia, Aalto lo concibió como un monumento a la democracia y a la medida del hombre, con un patio central a modo de ágora griego. Nunca pretendió ser “moderno”, solo crear espacios y objetos que mejorasen la vida de las personas. Y esto se aprecia en detalles tan simples como los ergonómicos tiradores de las puertas, hechos de mimbre, o en los ventanales de la sala de juntas con vistas al jardín. En la segunda planta está el pleno municipal, donde uno tiene la sensación de entrar en una iglesia: techos de 17 metros de altura, ventanas tamizadas por la luz, suelos de madera, asientos de cuero… Todo es funcionalidad y belleza. En los años 90, Säynätstalo fue absorbido por Jyväskylä y pasó a formar parte de su jurisdicción. Desde entonces su ayuntamiento se transformó en centro cívico, con biblioteca y sala de exposiciones. También alberga apartamentos de alquiler (unos 80 € noche), incluidos los cuartos donde se alojaban Aalto y su primera mujer, Aino Marsia, una de las primeras arquitectas de Europa.

Otra visita obligada en Jyväskylä es Aalto 2, complejo que integra el Museo de Finlandia Central (KeMu) y el Museo Alvar Aalto. Este último recorre la trayectoria del maestro y sus dos esposas (Aino Aaalto y la también arquitecta Elissa Aalto) a través de sus bocetos, maquetas de viviendas y mobiliario.
La próxima parada es la isla de Haapassari, una reserva natural protegida en el corazón del lago Päijänne. Junto a su orilla hay un conjunto de casas de verano de estilo tradicional, algunas centenarias, llamado Savutuvan Apaja. El plan es tomar una sauna en una de las cabañas, darse un baño en el lago helado y, al caer la noche, cenar en su acogedor restaurante gastronómico.

“La cocina finlandesa tiene mucho humo y mucha smetana (crema agria)”, dice Víctor Guerra Chil, el joven cocinero canario co-responsable de su delicioso y contundente menú: encurtidos de verdura, crema de alcachofa de Jerusalén, salchichas de cerdo ahumadas, loimulohi (salmón o trucha arcoíris fijada con clavijas a una madera de leppä que se restriega con hojas de enebro mientras se hace a la brasa) y frutos del bosque. Aterrizó en Finlandia siguiendo a su novia, a la que conoció en los carnavales de Santa Cruz de Tenerife, y es el segundo de cocina. En su opinión, el respeto por la naturaleza, el ritual de la sauna (al menos una vez por semana) y la educación gratuita hasta los 18 años explican en parte los altos índices de felicidad del país. “Desde que estoy aquí aprecio mucho más el silencio, aunque la oscuridad en invierno me deprime bastante. En noviembre es pura penumbra, y a veces las temperaturas alcanzan los 25 grados bajo cero”, suspira.
Mänttä-Vilppula, ciudad del arte
Este municipio de unos 10.000 habitantes está situado a mitad de camino entre Jyväskylä y Tampere. A finales del siglo XIX, la economía de Mänttä (que en 2019 se fusionó con la vecina Vilppula para ganar peso político) mejoró notablemente gracias a su industria forestal, y con los años fue creando su prestigio como ciudad del arte. El artífice de esta transformación fue el empresario Gösta Serlachius (1876-1942), propietario de una fábrica de papel que heredó de su tío Gustav, la más importante del país.
Coleccionista de arte y mecenas, Gösta empezó a colgar sus obras en su residencia de verano, Joenniemi Manor House, situada en el bosque junto al lago Melasjärvi. En 1933 creó la Fundación Serlachius para albergar su colección privada, pero la muerte interrumpió aquel sueño. No obstante, su familia cumplió aquel deseo y en 1945 abrió el Museo de Arte Gösta Serlachius en la casa familiar. Fue el origen de los Museos Serlachius La mayor colección privada de los países nórdicos (unas 13.000 piezas). Está formada por obras clásicas de la Edad de Oro del arte finlandés, así como pinturas de maestros europeos de los siglos XVI al XIX.

Desde 2014, el museo familiar está comunicado mediante un puente con el nuevo Museo de Arte Contemporáneo Gösta Serlachius proyectado por el estudio de arquitectura español MX_SI, con sede en Barcelona. El instagrameable edificio, con una fachada ventilada de lamas de madera de abeto, está perfectamente integrado en el paisaje. En 2022, este mismo despacho realizó el proyecto de sauna pública Art-Sauna Serlachius, un original complejo donde uno puede relajarse con baños de vapor tras ver las exposiciones.

Y todo ello en medio del parque. “Es una continuación del viaje emocional de los Museos Serlachius donde se mezclan arte, arquitectura y naturaleza”, comentan sus autores, Héctor Mendoza, Mara Partida y Boris Bezan.
Construida de hormigón estriado y madera, se eleva sobre un bosque abstracto de abedules y esculturas contemporáneas. El efecto wow! está asegurado, aunque el chapuzón es para valientes. El interior del complejo está decorado con muebles de diseñadores internacionales como Óscar Tusquets, Patricia Urquiola, Jasper Morrison y Faye Toogood, y también están representados diseñadores locales como Alvar Aalto y Markku Sale. Ya sea en la terraza o al calor de la chimenea, los visitantes pueden degustar ricos platos locales puestos al día.
Tampere, capital de la sauna
La línea de la felicidad llega hasta Tampere, la tercera ciudad más grande de Finlandia (alrededor de 241.000 habitantes). Ubicada en un estrecho istmo entre Näsijärvi y el lago Pyhäjärvi, la llamada Manchester finlandesa está profundamente conectada con su pasado industrial y presume de ser la capital de la sauna. Tiene unas 60 de uso público, ya sea ubicadas junto a un río o dentro de restaurantes.
Dividida en dos por los rápidos que provoca el estrecho istmo entre el lago Näsi (Näsijärvi) y el Pyhä (Pyhäjärvi), su historia está ligada al movimiento obrero, como indican las altas chimeneas de ladrillo rojo junto al río Tammerkoski que atraviesa la ciudad.

Tiendas de diseño, cafés y galerías de arte ocupan hoy este renovado y dinámico barrio. Por su interés divulgativo destaca el Museo del Trabajo Finlandés Werstas, que explora la historia de la clase trabajadora desde el siglo XIX hasta la actualidad. También merece la pena visitar el Grafiikanpaja Himmelblau, un interesante taller de grabado profesional líder en Finlandia que imprime y exhibe una variada obra gráfica de artistas locales. Las vistas a una presa de agua son espectaculares. Cerca de esta zona están los antiguos establos que el propietario de la fábrica de algodón, James Finlayson, mandó construir junto a su palacio natal entre 1839 y 1890. Hoy este conjunto de cabañas centenarias rehabilitadas, conocido como Tallipiha Stable Yards acoge tiendas de artesanía, una cafetería y tentadoras chocolaterías.
Tampere presume de ser la capital de las saunas y nadie le discute ese honor. Rajaportin Sauna es la más antigua de Finlandia, inaugurada en 1906. Y entre las más originales está Saunaravintola Kuuma, un sorprendente espacio que combina restaurante de gastronomía nórdica, sauna finlandesa (de leña y de humo) y espectaculares paisajes lacustres. Ubicado en Laukontori, el área del puerto, su terraza tiene acceso directo al lago Pyhäjärvi.
Merece la pena desplazarse hasta Kauppi, un barrio al este de Tampere rodeado de bosques a orillas del lago Näsiselkä. Allí vive Karoliina Laitinen, una bailarina experta en meditación que organiza rutas de senderismo para reconectar con la naturaleza. La experiencia revitalizante Lo que el bosque se llevó incluye un paseo entre pinos y abedules para oler y degustar las plantas silvestres de la zona, ejercicios de respiración frente al lago y cortar leña para cocinar platos locales al calor de la hoguera.

Para respirar el ambiente de Tampere hay que pasear por la calle principal, Hämeenkatu, y entrar en su mercado de estilo Art Nouveau. Los aficionados a la arquitectura no pueden perderse la catedral, ejemplo del Neorromanticismo finlandés y decorada con impactantes frescos, como la versión de El ángel herido, el famoso óleo de Hugo Simberg. Y en el Museo Muumin, ubicado en el auditorio Tampere Halll. Allí niños y mayores podrán revivir las aventuras de los Muumin, los personajes creados por la ilustradora Tove Jansson que ya forman parte de la cultura pop de Finlandia.
El viaje concluye en una moderna balsa flotante con sauna y jacuzzi incorporados. Allí nos recibe Siiri Koski, enfermera especializada en acupuntura y curandera de sauna tradicional. Envueltos en el löyly (el vapor que se produce al arrojar agua sobre las piedras calientes) los visitantes reciben el batido de abedul, una práctica que consiste en flagelarse suavemente con ramas de abedul al que se pueden añadir plantas medicinales. En finlandés este ritual se denomina Vihta. Entre sus beneficios están regular la circulación sanguínea, aliviar el estrés y mejorar la calidad del sueño. Por la noche, tras cenar el restaurante del centro Villit ja Viinit conocido por sus vinos locales, dormimos a pierna suelta.
En la Región de los Lagos se acaricia la felicidad finlandesa. Y contradiciendo al poeta Eino Leino, no hay por qué ocultarla.