Cinco tesoros escondidos en Abadía Retuerta Le Domaine

Naturaleza, gastronomía, arte, tratamientos spa... Todo ayuda al bienser, como definen sus programas de reconexión.
Carmen Garijo
2 de agosto de 2024

Pasan apenas unos minutos de las 7 de la mañana y el sol entra a raudales por los balcones, descubriendo el intenso verde del mar de viñas que rodea el complejo hotelero Abadía Retuerta Le Domaine. En Sardón de Duero, en la provincia de Valladolid, allí donde el río abraza la llanura, se ubica la finca de 700 hectáreas (180 de viñedo) con el monasterio del siglo XII fundado en el año 1146 por parte de Sancho Ansúrez, primer abad de la Orden Premonstratense, y descendiente del Conde Pedro Ansúrez, fundador de la villa de Valladolid. Hoy Abadía Retuerta Ledomaine es un hotel-spa 5 estrellas con 23 habitaciones y tres suites en el que su actual propietario, la compañía farmacéutica Novartis, dedica más de 8.000 metros cuadrados al bienestar del cuerpo y la mente. La belleza del entorno natural; el arte que se respira en cada rincón; su oferta de Alta Gastronomía; la cultura del vino que impregna la vida cotidiana y por supuesto el Santuario son cinco de sus grandes atractivos. Pero hay mucho más por descubrir…

En la imagen superior, fachada principal del hotel desde los viñedos de la propiedad. Sobre estas líneas, sesión de yoga en el recuperado jardín de los monjes, junto al huerto y la zona de helipuerto.

A las ocho están citados cada mañana los asistentes a alguno de los tres Signature Programmes by Santuario, los nuevos retiros de varios días que ofrece la casa y que tienen como objetivo desconectar y mejorar el bienestar físico, mental y emocional. En ellos se fusionan la sabiduría tradicional con la contemporánea, se alinean sesiones en el spa y se toman como apoyo otros dos de los tesoros de la Abadía, la gastronomía y el arte. Así se inicia un proceso de cambio integral liderado por Elisa Errea, health coach y asesora de salud y bienestar, además de directora de The Human Studio. El retiro Abadía WellLiving se enfoca en restaurar la vitalidad y alcanzar un equilibrio físico y mental.

Parte fundamental de los distintos programas son las sesiones de coaching, tanto colectivas como individuales. En ellas los participantes, con ayuda de la coach Elisa Errea, en la imagen, y determinadas herramientas, revisan su momento vital y enfocan sus fortalezas, necesidades y planes de futuro.

Por su parte, el retiro Abadía Calm & Focus pone el énfasis en el estrés, proporcionando las herramientas necesarias para manejarlo y aprender a navegar a través de los retos de la vida. Y Abadía Off-site está dirigido a grupos de empresas, a través de dinámicas que favorecen la reflexión y la convivencia, reforzando la pertenencia al equipo y la cultura de empresa. Con una duración de entre tres días/dos noches y cuatro días/tres noches, los tres programas, que se irán implementando progresivamente, tendrán precios a partir de 2. 185 euros.

El Santuario y su entorno mágico

No hay mejor manera de comenzar la jornada que una sesión de yoga en el entorno del jardín sostenible, situado junto al huerto, allí donde el Duero se retuerce –de ahí el nombre de la abadía–. En estos dos entornos el paisajista Álvaro Sampedro y Marc Segarra chef ejecutivo de la casa, junto al jefe de cocina Ramón García, recuperan tanto el diseño medieval de la flora autóctona como las variedades que cultivaban los fundadores de la abadía. El rumor del río como banda sonora completa la magia del ambiente.

Vista del huerto de los monjes, huerto orgánico en el que se cultivan los productos de temporada utilizados en los distintos espacios gastronómicos del hotel.

Pero el Santuario Wellness & Spa de Abadía Retuerta ofrece mucho más. Situado en la antigua zona de caballerizas del edificio, bajar hasta sus más de 1.000 metros cuadrados situados 120 m bajo tierra, con maravillosas lucernarias de luz natural, es un viaje iniciático al centro del bienestar.

El agua que se utiliza en esta piscina interior y en los demás espacios y servicios del Santuario se extrae de un pozo a 120 metros de profundidad, se descalcifica y tras pasarla a una ósmosis inversa, se almacena en un depósito de 120.000 litros, consiguiendo una calidad de agua potable similar al agua mineral natural.

La piscina; las diferentes salas de masaje y tratamientos; el equipo de profesionales que los realizan, con Mike Dos Santos –magic Mike– a la cabeza, las exclusivas líneas de cosméticos La Prairie o Natura Bisse y experiencias más espirituales como la meditación con cuencos tibetanos, consiguen que los visitantes recuperen su equilibrio, conecten con su yo más íntimo y consigan decir adiós al estrés. En suma, una apuesta por el bienestar integral: físico, psicológico y espiritual.

La gastronomía y el vino son aliados del placer

Como suele decir Enrique Valero, general manager del complejo, “el primer empleado de Abadía Retuerta es el río Duero”, refiriéndose a las excepcionales condiciones climáticas y la calidad de las viñas que riegan sus aguas. Por ello la bodega Abadía Retuerta goza de prestigio y reconocimientos, como el premio a la mejor bodega del año en la 39º edición de los premios Guía Vinos Gourmets 2024. Buena parte de sus tratamientos wellness, actividades y experiencias, además de las cartas de sus diferentes restaurantes, giran alrededor de estos vinos de pago.

Un lugar escondido de la abadía es la cueva, donde se custodian para la historia los vinos de la casa.

Tanto es así que en la cueva de los monjes, una estancia casi secreta, oscura y alargada que en tiempos fue almacén de la abadía, situada bajo la Vinoteca, se encuentra otro de los grandes tesoros de la abadía: más de 8.000 botellas de cada una de las añadas desde 1995, en sus diferentes formatos.
Marc Segarra, chef ejecutivo del restaurante El Refectorio –una estrella Michelin, una estrella verde y dos soles Repsol– y Ramón García, responsable de los demás espacios gastronómicos del complejo –Vinoteca, el jardín del claustro, la terraza de la hospedería en el jardín posterior, Calicata Terroir  Bar, en la bodega– contribuyen a los objetivos de bienestar de los diferentes programas.

Esta remolacha cultivada en el huerto de los monjes, ahumada al sarmiento con jugo de ave y setas es una de las propuestas 2024 del Refectorio, el restaurante gastronómico enseña de Abadía Retuerta.

La propuesta gastronómica se basa en los productos de la huerta de la abadía a través de platos sanos, que favorecen el sueño y ayudan a que los participantes se sientan enérgicos, felices y a pleno rendimiento. Y lo hacen, en palabras de Segarra, “mimando el producto local y de cercanía, primando los productos propios de nuestra huerta orgánica y nuestra bodega”.

El arte, un invitado más en la Abadía

Artistas en residencia es el título del programa de mecenazgo de este destino, que invita cada año a un artista internacional a alojarse durante dos semanas, con estudio propio para trabajar y la exposición de sus obras en los espacios del recinto. A cambio de la donación de la obra que hayan creado en este tiempo, estos artistas “añaden capas de valor a la historia que rodea a Abadía Retuerta a través de la creatividad propia del siglo XXI, pero también supone en sí mismo una experiencia”, explica Enrique Valero.

Entre las ramas y bajo uno de los grandes árboles que rodean el huerto de los monjes, se ubica el proyecto Te dejo la profundidad, de Leonor Serrano Rivas, una de las artistas participantes en el programa de mecenazgo de la abadía.

Francisco Sánchez de Puerta, historiador del arte encargado de mostrar a los visitantes las diferentes capas históricas de la arquitectura de la Abadía y la colección de piezas que alberga el complejo, añade: “no hay otro espacio con esta colección de arte ni con tanta variedad en la Ribera del Duero”.

Escultura de San Longinos, el centurión romano que atravesó con su lanza el costado de Jesús en su crucifixión, y que con sus palabras “verdaderamente este es el hijo de Dios” se sitúa como el primer convertido al cristianismo. Es una bellísima pieza de origen francés, datada en el s. XVI.

Estas abarcan desde el Renacimiento italiano hasta el siglo XX: Palma el Joven, Guardi, Pannini, Joan Miró o Rückriem son algunas de las firmas que el huésped encuentra en cada rincón y en las diferentes habitaciones, además de piezas de mobiliario como tapices franceses o bargueños españoles (el que preside la recepción es magnífico, pida que le muestren el interior).

Como se aprecia en la imagen, la obra Rumor de Límites V de Eduardo Chillida se encuentra en un lugar de honor, el ábside derecho de la iglesia.

Pero indudablemente la estrella de la casa es Rumor de Límites V, escultura de Chillida en hierro de 1959 que ocupa lugar de privilegio en uno de los ábsides de la iglesia.

Cita con las estrellas

No hay apenas contaminación lumínica en los campos de Sardón de Duero, por lo que el cielo que custodia el sueño de los habitantes y huéspedes de Abadía Retuerta Le Domaine es otro de los grandes tesoros que allí se esconden.

Con ayuda de un puntero láser y a través del telescopio, el experto va mostrando las constelaciones, estrellas y ayuda a diferenciarlos de los distintos satélites que cruzan el cielo. La actividad tiene lugar en el jardín trasero de la abadía, en esta imagen nocturna.

Algunas noches de verano quienes lo deseen pueden admirar a través de un poderoso telescopio GPS Celestrón CPC 1100 y con la ayuda de un guía especializado como Fernando Cabrerizo la maravillosa banda blanca de la Vía Láctea, o estrellas como las que forman el llamado triángulo del verano: Altair, en la constelación del Águila, Deneb, en la constelación del Cisne, y Vega, en la constelación de la Lira.

Las 30 habitaciones del hotel (una de ellas adaptada a clientes con movilidad reducida) se abren a los viñedos de la propiedad. Están insonorizadas, y cuentan con servicio de mayordomía, carta de almohadas y desayuno en el restaurante El Refectorio.

Acaba la jornada. Es hora de sumergirse en las acogedoras sábanas; reposar en la almohada elegida; dejar abierto el balcón –si el clima lo permite– para dormir envueltos en el delicado aroma de los viñedos, olvidar el despertador y dejar que el sol se encargue de inaugurar un nuevo día. En Valladolid, sin ir más lejos.

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