El vuelo Madrid-Buenos Aires dura unas 12 horas. Tal vez sea una paliza para la mayoría de los viajeros, pero Pau Guardans i Cambó (Barcelona, 20 de octubre de 1965) está habituado a recorrer estas millas con alegría. “Acabo de volver de Buenos Aires y regreso la próxima semana”, dice el CEO de Único Hoteles, el grupo que fundó en 2004 con una máxima: crear hoteles con personalidad, alejados de la estandarización. No sólo es un enamorado de Argentina, país al que le unen lazos familiares, sino que acaba de inaugurar el hotel de 5 estrellas Casa Lucía en capital bonaerense. Es el sexto de su colección y la primera apuesta internacional del grupo.
Guardans nos recibe con esta buena excusa en una suite del hotel The Principal de Madrid, también perteneciente a su grupo. El sol de invierno se cuela por los ventanales. “Cuando paso por Madrid me alojo aquí y en el Único de la calle Velázquez. Tengo ropa en los dos, por si surge un imprevisto”, asegura con su voz radiofónica. Vestido con un traje de corte italiano a juego con su Rólex, el ejecutivo catalán de 59 años transmite hospitalidad y cercanía.
Descendiente de una prominente familia catalana, su abuelo fue el histórico político catalanista Francesc Cambó, ministro de Hacienda y de Fomento durante el reinado de Alfonso XIII, además de uno de los hombres más ricos de España. “Fue un gran promotor de la concordia entre españoles y catalanes. Pero más que su faceta política, a mí me interesa su compromiso con la cultura”, declara su nieto, que nació en el seno de una numerosísima familia: sus padres, Ramón Guardans y Helena Cambó, tuvieron 14 hijos… y él es el duodécimo.
Economista de formación, la carrera profesional de Pau Guardans ha estado ligada a empresa privada y a la gestión pública. Comenzó como auditor en la consultora Arthur Andersen y, tras ejercer puestos de responsabilidad en distintas compañías nacionales e internacionales, en 1996 fue nombrado director general de Industria por el ministro del ramo, Josep Piqué. Dos años después volvió al sector privado como director general de AC Hoteles, la compañía hotelera recién creada por Antonio Catalán. En 2004 decidió volar por libre y crear Hoteles Único, que hoy cuenta con 6 hoteles repartidos entre Madrid, Costa Brava, Mallorca y Buenos Aires. Su primer activo fue el Gran Hotel Central de Barcelona, resultado de la reforma del edificio de la Casa Cambó, que compró a su familia por 20 millones. En 2021 lo vendió por 93 millones a un fondo luxemburgués, a excepción del ático familiar. En aquella casa llena de obras de arte, él y sus hermanos convivían con un cuadro de Botticelli al que llamaban El Boti…
P. ¿Cómo le ha marcado ser nieto de Francesc Cambó?
R. Mi abuelo tenía dos perfiles: uno político (de mucho compromiso catalanista y español a la vez) y otro vinculado a la cultura, que para mí es su faceta más interesante. Después de las familias reales, fue el principal mecenas del Museo del Prado; creó la colección Bernat Metge de traducciones de los clásicos griegos y latinos al catalán; pagó el primer diccionario de lengua catalana y la primera traducción de la Biblia en catalán… En fin, hizo un gran esfuerzo cultural. Además, tenía una gran inquietud viajera. Viajaba por el mundo en los años 20 y 30 del siglo XX, y solía ir acompañado de expertos. ¡Lo que ahora se conoce por experiencia de lujo!
P. Supongo que sus padres, Ramón Guardans y Helena Cambó, continuaron con este compromiso cultural…
R. Sí. Mi padre (político, jurista y abogado con varios puestos de responsabilidad públicos y privados, incluido el de secretario del Consejo Privado de don Juan de Borbón, conde de Barcelona) fue presidente de los Museos de Barcelona, y junto a mi madre continuó la colección Bernat Metge, llegando a editar más de 400 volúmenes.
P. Así que el duodécimo hijo de una prole de 14 hermanos… Las comidas alrededor de la mesa tenían ser muy animadas.
R. Era maravilloso. De esa convivencia me han quedado dos taras: comer muy deprisa y sintetizar mucho lo que quería decir, para poder meter mi cuñita. En una ocasión, el exministro Josep Piqué me preguntó: “¿Dónde has aprendido a hablar en público?”, a lo que respondí: “En mi casa, los domingos a la hora de comer” (Risas).
P. ¿En su casa se bendecía la mesa?
R. Sí, lo hacía mi padre. Él era religioso, de profundas convicciones. El resto de la familia hemos salido bastante agnósticos.
P. Su familia vivía en el edificio de la Casa Cambó, que mandó construir su abuelo en la vía Laietana. Al menos no vivirían con apreturas.
R. Éramos unos privilegiados, desde luego. Vivíamos en un ático de unos 600 o 700 metros cuadros. Pero yo compartí habitación con uno de mis hermanos casi hasta el día que me casé, ¿eh? Y creo que estrené ropa cuando me fui de casa…
P. ¿Qué fue del Botticelli que heredó su madre? (el cuadro, titulado Retrato de Michele Marullo Tarcaniota, es el último del pintor florentino en manos privadas que hay fuera de Italia y su valor ronda los 30 millones de euros).
R. Cuando ella murió, pasó a ser propiedad de sus 14 hijos.
P. Supongo que vive rodeado de arte.
R. Sí. Tengo un aprecio especial por la colección que José María Sert pintó para mi abuelo materno, Francesc Cambó. El artista del Ampurdán se los regaló a su gran amigo por haberle ayudado a acabar las pinturas de la catedral de Vic. Estuvieron mucho tiempo en casa de mis padres, y actualmente cuelgan en las paredes del hotel Mas de Torrent (Costa Brava). Representan la amistad y el territorio.
P. En 1996 entró en política de la mano del exministro Josep Piqué, que le nombró director general de Industria. ¿Qué recuerdo tiene de aquella etapa?
R. Me pilló muy joven. Piqué cometió la imprudencia de nombrarme a los 29 años, que es como si te proponen dirigir la Filarmónica de Berlín a esa edad (risas). Pero fueron dos años apasionantes. Conocer la cocina de un país por dentro es una experiencia impagable.
P. Dos años después, tras pasar por el área de Desarrollo Corporativo de Acciona, Antonio Catalán le fichó como director general para su compañía hotelera, AC Hoteles. ¿Qué sabía por entonces del sector?
P. Muy poco. Pero realmente el proyecto que dio lugar a AC Hoteles había surgido de unas conversaciones previas entre Acciona y Antonio Catalán. Hicimos un business plan, pero el acuerdo no se materializó y meses después Antonio Catalán me propuso hacerlo realidad. Para mí fue emocionante tratar de aprender qué se hacía en los primeros hoteles W de Estados Unidos, cuáles eran los mejores ratios de los hoteles más eficientes de Europa… Nos fijábamos en las buenas prácticas y las aplicaba. En mi última época casi abríamos tres hoteles al mes, ¡un disparate!
P. “Un ejecutivo tiene que divertirse trabajando”, declaró por entonces.
R. Si tienes la suerte de pasártelo bien trabajando, dejas de trabajar. Y yo la he tenido. Cuando me proponen un nuevo proyecto nuevo, si no le veo un ángulo sugerente, no me implico.
P. ¿Qué lecciones aprendió junto a Antonio Catalán?
R. Él conoce bien la industria, tiene las ideas claras y le pone mucha energía a todo lo que hace. Siempre intento aprender de la gente que tengo alrededor.
P. ¿Sigue siendo refractario a la figura del líder carismático?
R. Esa idea del líder absolutista que marca el camino, al que todos le siguen, ni es bueno en las empresas ni suelo serlo en política. Ni siquiera en el fútbol. Ahora estamos sufriendo la desaparición de Messi…, y fíjese qué páramo tenemos.
P. Del Barça, supongo…
R. De toda la vida. (Risas).
P. ¿Cómo surgió la idea de crear su propia marca hotelera?
R. Siempre tuve la ilusión de emprender un proyecto lo más personal posible. En 2004, tras salir de AC Hoteles, pude replantearme qué quería hacer. Y lo tuve muy claro: quería huir a toda costa de la estandarización. Al proyecto lo llamamos Único Hoteles porque la idea era que cada hotel tuviera su propia personalidad, todo lo contrario de una cadena. La gente lo que busca son experiencias únicas, irrepetibles y auténticas.
P. ¿De qué forma ha evolucionado el lujo en la hospitality?
R. Hace años, el lujo se identificaba con el activo (el hardware), con los materiales, la estética, etcétera, de una forma un tanto pomposa. Ahora lo más relevante es el software, el toque personal. Creo que es la gran transformación en la hospitalidad, y en otros muchos sectores. Ahora se busca un lujo holístico, más conectado a la experiencia, a la raíz, a lo local. Realmente esto es lo que hace que un hotel sea distinto.
P. El pasado enero inauguró Casa Lucía en Buenos Aires. ¿Por qué decidió invertir en Argentina para su primera incursión internacional, teniendo en cuenta que el país no está en el radar de las grandes cadenas internacionales?
R. En principio no había pensado invertir en Argentina. Pero un amigo me puso en contacto con la familia propietaria del Edificio Mihanovich, que buscaba venderlo o alquilarlo. Los visité y y llegamos a un acuerdo por mucho tiempo. El edificio es fantástico –recuerda al Empire State de Nueva York–, solo había que adaptar el espacio a nuestros conceptos. Además, creo que a corto–medio plazo explotará como destino experiencial y de aventura. Por otra parte, yo conocía bien el país por mi pasado familiar: mi abuelo Cambó se exilió a Buenos Aires en el 36 y murió allí, y mis padres se conocieron y se casaron allí, aunque regresaron a España y ya no volvieron. No obstante, mi madre seguía rezando el Padrenuestro con acento argentino…
P. ¿A qué responde el nombre de Casa Lucía?
R. Lo llamamos ‘casa’ porque a mí me gustaba que un lugar tan singular tuviera la vocación de acoger, de recibir. Y ‘Lucía’ como un guiño a la mujer argentina, porque es un nombre bastante común allí, como Carmen en España.
P. ¿En qué se diferencia Casa Lucía de otros 5 estrellas de Buenos Aires?
R. Venimos a rellenar un hueco en la propuesta de hospitalidad. Allá hay muy buenos hoteles de marcas internacionales como el Four Seasons o el Park Hyatt, o nacionales como el Alvear, pero les falta la esencia local. Nosotros quisimos que fuera cercano, desenfadado y muy argentino en todos los aspectos: ambiente musical, decoración, gastronomía. En el restaurante La Cantina, por ejemplo, se sirven empanadas, milanesas, dulce de leche…, mientras que la bodega alberga 400 etiquetas autóctonas.
P. ¿Cómo ve el futuro de los hoteles independientes en un mundo globalizado por las grandes cadenas hoteleras, con sus propios programas de fidelización?
R. Nunca ha sido fácil gestionar un hotel independiente, porque te puedes salir del carril y ser más flexible. Además, cuentas con las mismas herramientas de marketing o tecnología y puedes adaptarte más rápido a las demandas del cliente.
P. ¿Qué detalles aprecia cuando entra en un hotel y qué descuidos le irritan?
R. Aprecio mucho cuando un hotel está pensado con cariño y huye del manual. Percibo enseguida una atmósfera agradable: la luz, la música, el trato de los empleados… Por el contrario, me irrita la frialdad, la estética impostada, lo anodino.
P. ¿A qué tipo de hoteles le gusta volver?
R. Me gustan mucho los hoteles consistentes, en los que se percibe el paso del tiempo. Me viene a la cabeza el hotel De Russie, en Roma, que en mi opinión concentra la quintaesencia de la vida italiana y tiene un jardín maravilloso. Otro fantástico es el Mercer de Nueva York, en el Soho, que tiene más de 30 años y sigue siendo moderno. El Aman de Tokio es una locura, aunque la estética minimalista de algunos hoteles de esta cadena me resulta demasiado teatral. Y dentro de España, no me importaría volver a La Residencia, en Mallorca, por ese lujo intemporal que me parece tan atractivo.
P. ¿Qué aficiones tiene, además de visitar hoteles?
R. Me encanta navegar a vela, sin llegar a la locura de mi abuelo con los barcos clásicos. La parte más divertida para mí es preparar los viajes. En enero empiezo a soñar con las rutas, me voy a la librería Altair de Barcelona y me pierdo buscando libros y viajes. Ya lo decía mi madre: “No viajes como si fueras una maleta”.
P. ¿Ve a sus hijos cogiendo las riendas del negocio?
R. Tengo una hija de 30 y un hijo de 28. Ambos están haciendo un programa de seis años que forma parte del protocolo familiar y les obliga a desarrollar los primeros cinco años de vida laboral fuera de Hoteles Único. Al final de ese ciclo decidirán donde quieren ir. De momento, los dos han levantado la mano.