Se acaba 2022 y Marqués de Murrieta cierra una temporada como ninguna otra en sus 170 años de historia. La bodega atraviesa un momento inmejorable gracias a una sucesión de premios que ha ido recibiendo a lo largo de estos últimos meses. El más notorio es el ‘Best Of 2023’, otorgado por la Red Mundial de Grandes Capitales del Vino como mejor bodega del mundo.
Este hito internacional supone, entre otras cosas, un reconocimiento a la innovación, que ha sido materializada con la inauguración de su nueva área productiva. Coincidiendo con su aniversario, Murrieta ha inaugurado un complejo con más de 25.000 m² destinados a la elaboración y crianza del vino, rodeado por cerca de 50.000 m² de jardines construidos junto al Castillo de Ygay.
Entre los premios otorgados se añaden los que han recibido Castillo Ygay Gran Reserva y María Vargas, directora técnica de Marqués de Murrieta, como mejor vino (2021) y enóloga del mundo (2022) respectivamente. Pero estos galardones también son un homenaje al trabajo de todo el equipo que lo ha hecho posible. “Los logros recientes indican que vamos por el camino correcto y que debemos seguir trabajando de este modo, mejorando cada día. Es una enorme responsabilidad, pero en absoluto nos genera miedo, al revés, supone un gran impulso para seguir mejorando”, confiesa su presidente Vicente Cebrián-Sagarriga a CLASSPAPER.
La historia de Marqués de Murrieta
El origen de Marqués de Murrieta también es el origen del Rioja. Su nacimiento se remonta a 1852, cuando don Luciano Murrieta, aplicando las técnicas aprendidas en Burdeos, elaboró el primer vino de Rioja –además de ser el primero de esta denominación exportado, en concreto a México y Cuba– con la intención de que perdurase en el tiempo. Nombrado marqués por el rey Amadeo de Saboya, fundó la empresa e instauró en la sociedad española el concepto de château francés en la finca Ygay, en La Rioja, donde ordenó construir el emblemático Castillo de Ygay, con más de 4.000 m².
En Galicia, en Pazo de Barrantes, llevan viviendo del vino desde varias generaciones ya que este es propiedad de su familia desde 1511. “En Rioja fue mi padre el que tomó el testigo de los herederos del Marqués de Murrieta y, tras su repentino fallecimiento, asumimos el relevo mi hermana Cristina y yo”, aclara. Durante todos estos años ha visto evolucionar la empresa del mismo modo en el que lo ha han hecho su familia y él. “Es algo indisoluble”, asegura el presidente. Ahora que llevan 25 años al frente del proyecto, sostiene que este negocio es parte intrínseca de su familia.
Tradición, innovación y vanguardia
Tras el premio concedido a su vino Castillo Ygay, la demanda aumentó como jamás hubiesen imaginado. “De esa añada 2020 salieron 130.853 botellas que se vendieron en tiempo récord. Y eso que ya habían repartido todos los cupos; no solo en España, también en los más de 100 países donde lo distribuyen. Desde ese momento, ese éxito de ventas se extendió también al resto de vinos de la bodega, aunque lamentablemente tenemos que repartir una producción muy limitada y la demanda es muy superior a la oferta”, matiza.
Con una sólida presencia internacional, y a la vanguardia del mundo del vino, en Murrieta se exigen la máxima calidad en todos los procesos para crear valor a largo plazo e invertir lo necesario para mejorar día a día. “Durante estos 25 años al frente de Marqués de Murrieta, los momentos más difíciles fueron los inicios, cuando, tras la pérdida de mi padre, asumí las riendas de este proyecto y recogí su testigo junto a mi hermana Cristina”, explica Cebrián-Sagarriga. “Teníamos mucho que demostrar, pero todo este tiempo después puedo asegurar con orgullo que el balance es muy positivo. Hemos logrado continuar el proyecto, dándole un equilibrio entre el respeto a la tradición de la primera bodega de Rioja y la innovación; sin perder nunca de vista la vanguardia”, sentencia.
Para Vicente Cebrián-Sagarriga, la clave está en el respeto al tiempo, así como en “saber escuchar y venerar todo aquello que el vino pretende trasmitir en cada momento y no al contrario”. De ahí que su proyecto no esté enfocado al volumen: “En la bodega se elaboran todos los vinos con uva propia que les proporcionan las 300 hectáreas de la Finca Ygay. Tener nuestro propio viñedo junto a la bodega nos ayuda a tener un control exhaustivo, con un equipo que revisa nuestras cepas todos los días del año”, indica. Por eso, cuando sus uvas llegan a la bodega, el equipo técnico realiza un trabajo continuo controlando cada paso, “como si fueran nuestros hijos, siendo los vinos totalmente mimados y escuchados”.
En cuanto a próximos proyectos, ahora quieren completar la oferta turística de la bodega con la construcción de un exclusivo alojamiento, algo muy demandado por los visitantes. “También en Galicia, en Pazo de Barrantes, tenemos entre manos la creación de una nueva zona de elaboración que responda a los exigentes requisitos que marcan para los albariños”, concluye el presidente, premiado este año con la ‘Orden del Dos de Mayo’ –la máxima distinción que concede la Comunidad de Madrid–, quien no imagina su vida alejada de los vinos.